miércoles, 23 de febrero de 2011

SEÑORA THOMPSON

Al anuncio del año escolar una maestra, la señora Thompson se encontraba frente a sus alumnos de quinto grado. Como la mayoría de los maestros, ella miro a los chicos y a las chicas y les dijo que a todos los quería por igual. Pero era una gran mentira, por que en la fila de adelante se encontraba, hundido en su asiento, un niño llamado Jim Stoddard. La señora Thompson lo conocía desde el año anterior, cuando había observado que no jugaba con sus compañeros, que sus ropas estaban desaliñadas y que parecía siempre necesitar un baño. Con el paso del tiempo la relación de la señora Thompson con Jim se volvió desagradable, hasta el punto que ella sentía gusto al marcar las tareas del niño con grandes tachones rojos y ponerle cero.

Un día, la escuela le pidió a la señora Thompson revisar los expedientes anteriores de los niños de su clase, y ella dejo el de Jim de último, cuando lo reviso, se llevo una gran sorpresa.
La maestra de Jim en el primer grado había escrito: “es un niño brillante, con una sonrisa espontanea. Hace sus deberes limpiamente y tiene buenos modales; es un deleite estar cerca de él”.
La maestra de segundo grado puso en su reporte: “Jim es un excelente alumno, apreciado por sus compañeros, pero tiene problemas debido a que su madre sufre una enfermedad incurable y su vida en casa debe ser una constante lucha”.
La maestra de tercer grado señalo: “la muerte de su madre ha sido demasiado dura para él. Trata de hacer su máximo esfuerzo pero su padre no muestra mucho interés, y su vida en casa le afectara pronto si no se toman algunas acciones”.
La maestra de cuarto escribió: “Jim es descuidado y no muestra interés en la escuela. No tiene muchos amigos y en ocasiones se duerme en clase”.
La señora Thompson se dio cuenta del problema y se sintió apenada consigo misma. Se sintió aun peor cuando, al llegar la Navidad, todos los alumnos le llevaron sus regalos envueltos en papeles brillantes y con preciosos listones, excepto Jim: el suyo estaba torpemente envuelto en el tosco papel marrón de las bolsas de supermercado.
Algunos niños comenzaron a reír cuando ella saco de esa envoltura un brazalete de piedras al que le faltaban algunas., y la cuarta parte de un frasco de perfume. Pero ella minimizo las risas al exclamar: “¡que brazalete tan bonito!”, mientras se lo ponía y rociaba un poco de perfume en su muñeca. Jim Stoddard se quedo ese día después de clases solo para decir: “señora Thompson, hoy usted olió como mi mamá olía”.
Después de que los niños se fueron, ella lloró por largo tiempo. Desde ese día renuncio a enseñar sólo lectura, escritura y aritmética, y comenzó a enseñar valores, sentimientos y principios. Le dedico especial atención a Jim. A medida que trabajaba con él, la mente del niño parecía volver a la vida, mientras más lo motivaba, mejor respondía. Al final del año  se había convertido en uno de los más listos de la clase.
A pesar de su mentira de que los quería  a todos por igual, la señora Thompson apreciaba especialmente a Jim. Un año después, ella encontró debajo de la puerta del salón una nota en la cual el niño le decía que era la mejor maestra que había tenido en su vida.
Pasaron seis años antes de que recibiera otra nota de jim; le contaba que había terminado la secundaria, obteniendo el tercer lugar en su clase, y que ella seguía siendo la mejor maestra que el había tenido en su vida.
Cuatro años después la señora Thompson recibió otra carta, donde Jim le decía que, aunque las cosas habían estado duras, pronto se graduaría de la universidad con los máximos honores. Y le aseguro que ella era aun la mejor maestra que había tenido en su vida.
Pasaron cuatro años y llego otra carta; esta vez jim le contaba que, después de haber recibido su titulo universitario, había decidido ir un poco más allá. Le reitero que ella era la mejor maestra  que había tenido en su vida. Ahora su nombre era más largo; la carta estaba firmada por el doctor James F. Stoddard, M.B.
El tiempo siguió su marcha. En una carta posterior, Jim le decía a la señora Thompson que había conocido a una chica y que se iba a casar. Le explico que su padre había muerto hacia dos años y se preguntaba si ella accedería a sentarse en el lugar que normalmente está reservado para la mamá del novio. Por supuesto, ella acepto. Para el día de la boda usó aquel viejo brazalete con barias piedras faltantes y se aseguro de comprar el mismo perfume que le recordaba a jim a su mamá. Se abrazaron, y el doctor Stoddard susurro al oído de su antigua maestra:
-gracias por creer en mi. Gracias por hacerme sentir importante y por enseñarme que yo podía hacer la diferencia.
La señora Thompson con lágrimas en los ojos, le contesto:
-estas equivocado, Jim fuiste tu quien me enseño que yo podía hacer la diferencia. No sabía enseñar hasta que te conocí.
Esta lectura debe cuestionarnos de la importancia que tiene comprender a cada estudiante desde su mundo. Es cierto que en la actualidad hay muchos y muchas alumnas con mundos diferentes, pero por que no darnos la oportunidad de conocerlos. Esa es la vida del maestro trabajar desde la diferencia y no desde la indiferencia.
Maestros muchas veces encontraremos alumnos que para los demás no tendrán arreglo, regalémonos la oportunidad de conocerles y mostrarles otra manera de ver la vida. Es muy fácil juzgar cuando no se sabe del otro. ¿Cuantos alumnos no han tenido que dejar la escuela por falta de oportunidades?  En situaciones como estas es que podemos observar al verdadero maestro, uno que escucha y transforma.
Es cierto que hay muchos estudiantes cada uno con su mundo, y es imposible una enseñanza individualista pero lo más importante es reconocerlos y ser un poco tolerantes, ayudarles implica exigirnos mucho más,  para que ninguno de ellos se pierda en la indiferencia. Imprimiéndoles un poco de confianza, logrando que confíen en ellos aseguramos que nadie irrumpa en sus ilusiones y puedan luchar por lo que quieren.
Lo que deberiamos preguntar es ¿como aprovechar en el aula de clase todas aquellas lecturas que hacemos de los y las estudiantes?.
 reflexion tomada del libro "la culpa es de la vaca".

LA DOCENCIA

 
En la mayoría de ocasiones los maestros pasan inadvertidos, se suele pensar que es un trabajo fácil, pero no es así, por el contrario es uno de los más difíciles. Un maestro no tiene vida social, vive única y exclusivamente para transformar vidas, pensamientos y hasta la misma sociedad. Ser docente implica tener vocación, en días actuales cualquiera puede enseñar, pero muy pocos pueden ser llamados maestros, para ser un verdadero maestro se debe vivir para ello, tener la sensibilidad a flor de piel; no es pues un simple titulo, por largos años de estudio, es conciencia, disciplina, compromiso y responsabilidad.
El buen maestro jamás pondrá un trabajo para que los estudiantes se entretengan, sino como consecución de un proceso de aprendizaje, deberá ser un guía y no un dios, un concejero pero no un juez, un excelente investigador; la preparación docente no debe  terminar cuando se obtiene el título: “licenciado”; debe continuar por el resto de vida, pues la educación también se transforma y el maestro debe estar a nivel de las nuevas generaciones y las nuevas tecnologías; debe ser un amigo pero no un alcahueta, estratégico y no metódico, confiable, dispuesto al cambio saber lo que busca pero no lo que se va a encontrar. Los maestros también se equivocan, pero el buen maestro lo hace consciente para ser mejor. etc.,
Quien decide ser docente está dispuesto a caminar bajo la mirada acusadora de la sociedad, dejar cosas que satisfacen su cuerpo, para alimentar su alma, conocer cada uno de sus estudiantes y ayudarles en su proceso, aplicando estrategias para obtener lo optimo y fortalecer debilidades, debe ser más fuerte que las situaciones adversas, que en su ejercicio puede encontrar, su voluntad debe ser tan  grande que sea difícil arrancar su esencia. A veces hay  que ser sordos a palabras necias y sin juicio. Una vieja historia cuenta que en cierta ocasión un grupo de ranitas viajaba por el bosque, cuando de repente dos de ellas cayeron en un pozo profundo. Las demás se reunieron alrededor del agujero y, cuando vieron lo hondo que era, le dijeron a las caídas que, para efectos prácticos, debían darse por muertas. Sin embargo, ellas seguían tratando de salir del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras le decían que esos esfuerzos serian inútiles.
Finalmente, una de las ranas atendió a lo que las demás decían, se dio por vencida y murió. La otra continuo saltando con tanto esfuerzo como le era posible. La multitud le gritaba que era inútil pero la rana seguía saltando, cada vez con más fuerza, hasta que finalmente salió del hoyo. Las otras le preguntaron: “¿no escuchábamos lo que te decíamos?” la ranita les explicó que era sorda, y creía que las demás la estaban animando desde el borde a esforzarse mas y mas para salir del hueco.
Cualquiera podría decirnos palabras que roben nuestro espíritu de seguir a pesar de los tiempos difíciles. La palabra dice más de lo que dice, tiene poder. Por eso debemos poner especial cuidado con respecto a cómo les hablamos a los alumnos y alumnas y que les decimos, pues podríamos opacar de por vida sus sueños  y obligarles a vivir una vida que no es del todo propia. Así pues, como docentes, debemos tener cuidado con lo que decimos, como también con lo que escuchamos, no debemos dejar que nos quiten nuestros ideales, por el contrario luchar por ellos, no aceptemos las criticas sin fundamento sino aquellas que nos hacen madurar, estas nos ayudaran a ascender pero las otras nos harán perder en nuestro objetivo.